miércoles, 16 de julio de 2014

Cada minuto de desconexión


Es paradójico escribir sobre la desconexión mientras ocupo Internet, que me ofrece la plataforma Blog,y la cual ocupo tecleando desde mi notebook.
Sí, me gustan los tiempos actuales: de editoriales democráticas en 140 caracteres; arte de otros pineado en Pinterest (sí, hay muchos verbos hoy creados a partir de redes sociales y los usaré en este texto); galerías de imágenes en un álbum virtual que recibe 40 "me gusta" en Facebook; el tracklist de la música que yo quiero escuchar subido a mi 8tracks; y tantas otras oportunidades abiertas de lienzos blancos en Internet para ser llenados por nuestro pensar y quehacer diario.
Disfruto leer los diarios online, pasear por museos que no tendré la oportunidad de recorrer físicamente y soñar con que tendré algún día el look rockero de una figura mundial que sigo en Instagram.
Pero pensar en el paseo a la laguna grande cerca de la casa de mi hermana, mientras traspasa la humedad del pasto mis zapatillas hasta casi alcanzar mis calcetines lo prefiero mil veces.
También añoro la parrilla con longanizas que de vez en cuando se enciende a nivel 6 en el balcón de algún amigo. Otras veces, me gusta caminar desde el trabajo a la casa haciendo de este trayecto una caminata salvaje. Hay días en que recuerdo el ritual, que por un segundo hice diariamente en Torres del Paine, de mirar el cielo y absorber la inmensidad , y así nunca olvidar lo maravilloso de la naturaleza.
Sé que estás conectado en este momento, lo sé por tu doble click en WathsApp, por tu comentario número 3 en mi posteo de Facebook, o tu retuit del link que publiqué hace dos segundos en mi cuenta @microrealidades.
Ya no lo sé porque me miraste tan atentamente que pude ver tus pupilas crecer. No sé si escuchaste lo que dije porque me contrapreguntaste y moviste tus labios para opinar. Quizás estás acá, o quizás estás sólo ocupando un lugar en el espacio pero tus 5 sentidos están sumergidos, y como un zombie, en las redes sociales.
No pretendo engrosar los miles de alegatos (que hay en tu muro de Facebook, o como respuesta en tu Tumblr a una de tus entradas) sobre la generación actual y su manera de conexión con la no realidad. Ni tampoco ansío dejar de estar en esas redes. Pero quizás también quiero escucharlos/as por teléfono. Sentir que hay tiempo offline que podemos compartir sintiendo en nuestros rostros el frío de la tarde de invierno, el olor a café recién servido de la mesa del lado y usando las manos para explicar la aventura que vivimos el otro día paseando junto a alguien por una calle cercana a nuestra casa, de pasada a comprar el pan francés recién horneado del minimarket de barrio "Don Pepo".
Es paradójico y complejo hablar de la desconexión estando detrás de la pantalla con luz artificial de mi notebook y querer que cada minuto de desconexión se transforme en una hora, un día o meses para disfrutar de lo que pasa tras la red (anti) social.