martes, 28 de octubre de 2014

Pluma



"Tanto va el cántaro al agua que se quiebra"

Seguir el instinto es arriesgar. Y el riesgo no es precisamente un escenario en el que transito, aunque me ha ido bien apostando por saltar sin red. 
La adrenalida de no saber que viene mañana, de recibir sorpresas no calculadas y perder tu control diario, asi como esa (in) sana cotidianidad, quizas cada cierto tiempo es necesario como cuota para sentirse vivo.
La aventura fortifica, asi me han enseñado personas como el doc, quien se atreve a irse a un mundo donde el dolor y la muerte es el desayuno, almuerzo y cena. También lo sé de mi madre, quien por los '80 se fue a Inglaterra a estudiar sin saber ni siquiera decir "hello".
En el espejo de los otros, me veo bien firme a la tierra, como un árbol milenario que muchas veces en sus ramas ofrece seguridad y cobijo. Pero la verdad quisiera más bien ser una pluma, itinerante. Que el viento que la transporta no la haga pasar frío, que al caer en el desierto no me de sed, que cuando alguien me recoja del suelo no tiriten mis pelos desconfianzo de esas manos desconocidas.
De terrenos firmes tampoco sé mucho, aunque muchas veces fanfarroneo seguridad. Una vez el león me regalo una postal ( cada cumpelaños recibía una) y era de un arbol sin hojas, que tenía sus ramas luchando contra el viento. Pero un día parecía había dejado de luchar y tomó la forma de la dirección del viento. Creo que fue su forma de decirme que lo lamentaba por no haberme dado un ambiente de familia tradicional, o quizás queria decirme que me quería a pesar de viento y marea, o también me queria advertir de que frente al tiempo de adversidad uno se acomoda y adapta. Lo cierto es que esa postal me marcó. Lo cierto también es que ya no lo podré averiguar.
Quizás nunca seré realmente una pluma, liviana y bailarina. Quizás logre volar pero con temores y un sin fin de marcas.
Pero sigo creyendo, sigo confiando, sigo queriendo a morir, estando siempre al pie del cañón, y tengo menos miedo. Porque soy fiel a mi, aunque eso a mis espejos- los otros- les parezca ser tonta. Quiero seguir volando y confiar en mi y en el otro es mi motor. 


miércoles, 8 de octubre de 2014

Hablar o bla bla bla


Hablar es hoy una acción que está quedando en el olvido. Quizás llegue un momento en que olvidemos la emisión de ciertos sonidos, vocales, que forman las palabras. 
Ya hemos dejado de lado casi la letra ñ, o la "elle". Y si jugáramos al bachillerato nombrando en voz alta la A hasta elegir la letra y rellenar todos los campos y que el contrario grite e¡stop!, revisaríamos nuestra hoja, y estoy segura que no tendríamos todo los campos llenos.

Hay gente que habla, otros que escuchan, y los más afortunados hablan y escuchan a la vez. Creo que muchas mamás tienen ese don, incluso descifran las primeras palabras de sus hijos y entienden lo que quieren decir entre ruidos y letras sueltas.

Están los que cada vez que uno comienza a contarles una historia, ellos van terminando tus frases. Son ansiosos del lenguaje, es como si quisieran robarte el cuento o quizás están aburridos de lo que les estás conversando. También puede ser que les haya pasado lo mismo, entonces saben cómo termina cada oración. Pero cada vez que hablas con ellos, te sientes obvio y como que te coartan la capacidad de expresarte.

Hay otros que hablan como un guión de teatro. Al emitir sus sonidos logras ver los guiones y los personajes de su historia; y aparecen las frases cuando menos las esperas. Llega de repente la frase -"No quiero ir al teatro", me dijo con voz seria Carolina; y yo le contesté que estaban compradas las entradas"- y continúan hablando desde los personajes de su historia. Ponen voces, hacen las muecas, y uno se siente como espectador de un radioteatro. Pero como que nunca llegamos a conocer a este hablante, lo que él nos quiere decir, lo que piensa.

Los que me ponen nerviosa son los que comienzan todo con "Y yo le dije", y prosiguen con "y él me dijo". Lo que hay entre medio de estas frases son pocas palabras porque la muletilla "y me dijo" "y le dije" come todo el tiempo en que se habla. Me pasa que sólo escucho estas palabras y el ruido de la "j" se vuelve ensordecedor.

Mi manía es confirmar con Ya o cuando me están contando algo. Entonces el hablante me pregunta "¿ya te había contado?, ¿sabías de esto?".  Debo explicar continuamente que es una forma de afirmar que le estoy escuchando y poniendo máxima atención. Acepto sí que es desconcertante para el otro.
También caigo en esperar que terminen una oración y decir "yaaa"con tono de incredulidad irónica, ¿les ha pasado? Como que uno ya predetermina al otro en su conversación, como que lo castiga. Trato de no hacerlo, pero reconozco que me pasa.

Los que escuchan (los que escuchamos) hacemos ruidos para que el otro continúe. Son los típicos "mm", "aja". Claro, también puede ser sólo un movimiento de cabeza, o expresión de ojos atentos. Hace pocos días estuve dos horas escuchando a una persona y me asombré de mi capacidad para escuchar, evidentemente no era la historia más entretenida, pero a veces nos sentimos obligados a escuchar ya que no hay un minuto de espacio para interactuar, es como si la persona estuviera sola frente a un espejo. Incluso creo que uno puede irse, silenciosamente y ellos no lo notarían.

Me he encontrado con personas que te exigen hablar. Pero llegado el momento en que ya contaron todas sus historias, con conversaciones entre su yo y su otro yo donde se dan respuestas, se preguntan y se vuelven a responder, de pronto cuando estás tomando aire y tratando de digerir todo lo que has escuchado, te cambian el tema y te preguntan ¿y tú que cuentas?. Plop.

Y que tal si ahora que terminaste de leer ¿hablamos? 

Nota al margen: capítulo aparte hablar por teléfono.