Estás sentada en la cama y pintas
mandalas. Te ves más delgada que el mes pasado, con más líneas de expresión que
ayer, y más acurrucada que cuando te vi en la mañana.
Estás sentada en la cama de dos
plazas que siempre has compartido conmigo o con mis hermanos mayores. Sentada
siendo mamá, sin saber cómo iniciar tu vida de jubilada. Sé que estás tratando
de disfrutar de cosas simples como tu curso de baile entretenido, pasear y
jugar con Rorro, probar recetas en la cocina, ese lugar que antes nunca
ocupaste.
Has sido hija, mamá y profesional
estos 66 años de vida. Tu placer máximo y egoísmo extremo es comerte un trozo
de chocolate a escondidas. Todo, todo, ha sido para tu familia:tu mamá, nosotros tres y tus
alumnos y colegas de la universidad.
Sé que quisiste amar con locura,
porque veo la pasión en tu trabajo y en cómo te esmeras en preparar todo cuando
voy a visitarte a tu casa en Concepción. Quizás cuantos hombres te buscaron, y
decidiste negarte a esas miradas y piropos. Porque debes saber que eres bella,
aunque tú no lo veas.
Tú te miras al espejo y ves tus
canas, te fijas si tus lunares aumentaron de tamaño, repasas con crema el
contorno de tus ojos y, si tienes un evento especial, colocas un poco de brillo
sin color en tus labios. Nunca te has maquillado y siempre tratas de usar joyas
muy pequeñas que no llamen la atención. Pero aunque trates de pasar
desapercibida y querer que nadie te mire en la calle, debes saber que
deslumbras.
Tienes luz en tus ojos verdes, y
aunque hayas cortado tus pestañas cuando pequeña, tu mirada destaca del común
de la gente. Eres femenina en tus detalles y curvas. Esas curvas que no
potencias y que ocultas con blusas que usas siempre con una camiseta debajo,
para que no se vea la “rayita” donde se juntan tus senos. Proyectas
hermosura y sumado a tu personalidad conquistas a quienes te conocen.
Sé que hubieras querido que permaneciéramos juntos como familia los cinco:
mi papá, mis tres hermanos, y tú. Porque veo como disfrutas los paseos con
otras familias amigas, cuánto te gustaba enviar las tarjetas de navidad con los
apellidos de papá y de ti. ¡Y las ganas con que preparabas los almuerzos del
día sábado, esos fines de semana en que llegaba a nuestra casa en Concepción mi
papá! Pero lo que has hecho como mamá ha sido perfecto.
Sé que sientes culpa. Culpa por haberte separado, culpa por haber trabajado
tanto, culpa por que mi hermano no haya seguido un camino más tradicional,
culpa porque mi hermana o yo no estemos aún casadas y con hijos. No quiero que
te siga consumiendo ese sentimiento. Porque si pudiera enumerarte en este texto
cada acierto que tuviste durante estos años, entenderías que nos has convertido
en personas trabajadoras, leales a nuestros amigos, que disfrutan de las cosas
simples, que cuando aman a alguien se dan por completo, y tantas otras virtudes
que reconozco en mis hermanos y en mí, y que, sin duda alguna, son heredadas de
ti.
Estas sentada en la cama y pintas mandalas. Te miro y veo a una mujer
madura, bella, que deseo con todo mi corazón que disfrute hoy de la vida que
queda, de los cumpleaños sorpresas, los zapatos Gacel que te regaló mi hermana,
el concierto al que te invité cuando visitaste Santiago, los abrazos y los te
quiero que tus hijos diariamente te entregan, tratando de hacerte ver la
excelente mamá que ha sido y que sigues siendo, y la profunda admiración como
mujer que te tenemos.
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