miércoles, 17 de abril de 2013
Lo que nos mueve
Estamos frente al computador y nuestro pie izquierdo sigue el ritmo de la batería o bajo de la melodía que escuchamos en ese minuto.
Llegamos a un bar, y suena una canción que nos hace movernos e "iniciar la fiesta".
Pegados a la reja que nos separa del escenario, sudamos y cabeceamos junto a los músicos en escena.
"Con un solo zapato no se puede caminar...", "...It's true. Baby I'm howlin for you...,"You are the last drink i never should drunk...", "Tanto creo en ti..." y tantas otras frases que, como en una canasta familiar, cobran sentido junto a la guitarra, bajo, batería y quizás unos bronces, piano o violín.
¿Cuántos de nosotros no hemos caminado frente al mundo cotidiano de las 8 am, audífonos y volumen infinito, pensando que en ese minuto somos personajes principales de la escena número 1 o final de la película llamada "mi vida"?. ¿Quién no ha dedicado (o para los más cursis o románticos, regalado) una canción?. Quizás alguno de los (pocos) lectores de este blog han elegido un tema para entrar a la iglesia el día de su matrimonio.
Me fascina (o supera) que la música nos una sin tener que hablar la misma lengua, ni conocer el contexto del autor. Ese bello proceso en que la creación deja de ser del artista y es coreada por miles de personas en un estadio, aunque sea tarateada solamente, o consiga sólo unir las voces en el coro, o esté en un inglés rebuscado (e inexistente por cierto).
Compramos discos, consumimos radios, pasamos horas de nuestros días con canciones en la mente, o buscamos aquella que nos da nostalgia para ponerla en Facebook. Y si nos ponemos un poco antropólogos o cercanos a los sociólogos, ¿no es acaso el hablar un acto melódico? Hay tonos de voz, nos provocan frases del otro, nos acompaña la voz de la madre desde el útero.
Nuestro cuerpo se comunica de una forma única con música. Las caderas pueden volverse candentes al ritmo de un son cubano; los brazos manifiestan fanatismo al escuchar rock; y las piernas se entrecruzan y aman con el tango.
Horas, escritos e historias pueden converger en hablar de lo que nos mueve. El Do, Re, Mi que sin tener enfrente una llave de sol, ni estar en un pentagrama, habitan en nuestras vidas más o menos melómanas y convierten las microrealidades personales en videoclips que merecerían, por cierto, estar en el MTV de los '90.
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